Estás viendo tu tercer video de gatitos en TikTok. O el décimo. ¿Quién lleva la cuenta? En algún punto entraste solo a revisar “una cosa rápida” y ya pasaron 45 minutos. ¿Te suena familiar? Es común sentirse atrapado en un bucle infinito de contenido que no pediste, pero sigues consumiendo. Spoiler: no es casualidad. Es el algoritmo.
¿La buena noticia? Se puede escapar. Pero —y aquí viene la parte menos popular— requiere un poco de esfuerzo. Sí, vas a tener que instalar cosas, aprender a usar otras, y quizás pagar por algunas. Pero vale totalmente la pena.
¿Qué es “el algoritmo”?
Cuando hablamos del algoritmo, no nos referimos a una sola cosa. En realidad, es un conjunto de fórmulas y procesos matemáticos que deciden qué contenido mostrarte en plataformas como Instagram, YouTube, TikTok, Facebook o incluso Google. Analizan tu comportamiento: lo que ves, a lo que le das “me gusta”, lo que pausas o ignoras… y con eso predicen qué es lo próximo que te puede interesar.
Suena útil, ¿no? Y a veces lo es. Pero hay un problema: su principal objetivo no es hacerte feliz, ni informarte, ni inspirarte. Es hacer que te quedes. Que sigas mirando. Que no sueltes el teléfono. Porque cada segundo que pasas ahí es dinero para las plataformas.
¿Por qué puede ser perjudicial?
El algoritmo no busca tu bienestar, sino mantenerte enganchado el mayor tiempo posible, incluso si eso te deja con ansiedad o la sensación de haber perdido el tiempo. Podemos pasar horas viendo contenido poco relevante solo porque alimenta el aburrimiento o la curiosidad. Muchas veces ni siquiera elegimos qué ver: el algoritmo lo decide, priorizando lo que más retiene, no lo más valioso.
Así se refuerzan sesgos, se limitan ideas nuevas y todo empieza a verse igual. También afecta a quienes crean contenido, que deben ajustarse a lo que el algoritmo favorece, perdiendo visibilidad con cada cambio. Para generar interacción, se prioriza lo extremo, lo que polariza el discurso y borra los matices. Y gran parte del feed ya ni siquiera es humano: está lleno de publicidad o contenido automatizado. Si todo parece repetido, superficial o diseñado para provocar, no es casualidad.
La cruda realidad: no es (solo) culpa del algoritmo
Es fácil echarle la culpa al algoritmo cuando nos encontramos viendo el video número 50 de gatitos a las 2 a.m., o cuando nuestro feed de Instagram se llena de gurús financieros y recetas que nunca haremos. Pero la verdad es que parte de la culpa es nuestra. Nos hemos vuelto complacientes y dejamos que un sistema automatizado decida por nosotros qué ver, qué leer y qué pensar.
El canal de YouTube Technology Connections le dio un nombre a este fenómeno: “complacencia algorítmica”. Es esa decisión —consciente o inconsciente— de dejar que una máquina elija por nosotros, aunque sepamos que existen alternativas. Pero no todo está perdido. Podemos recuperar el control.
Cómo escapar del algoritmo
1. Ve solo el contenido al que estás suscrito
Suscríbete a los canales que realmente te gustan. Usa el enlace directo a tu feed de suscripciones en YouTube en lugar de la página de inicio. Así solo verás lo nuevo de los creadores que tú elegiste.
En redes sociales, busca la opción de ver únicamente lo que publican las cuentas que sigues. Instagram, TikTok, Facebook y hasta Reddit permiten evitar el contenido “recomendado”. A veces hay que escarbar en la configuración, pero casi todas las redes lo permiten.
2. Redescubre los RSS
Sí, los RSS siguen existiendo. Y son más útiles que nunca. Un lector de RSS (como Feedly o NewsBlur) te permite seguir páginas, blogs, newsletters o canales que tú eliges, y ver todo en una sola lista cronológica. Sin publicidad, sin recomendaciones aleatorias, sin ruido. Solo lo que te interesa.
Puedes agregar casi cualquier cosa: medios de noticias, sitios de tecnología, canales de YouTube (sí, también) e incluso redes sociales con herramientas externas.
¿Un buen lector cuesta? A veces sí, pero hay versiones gratuitas o de pago que valen cada centavo.
3. Convierte tus redes sociales en feeds de RSS
Si no puedes dejar las redes sociales, al menos haz que jueguen a tu favor. Hoy existen herramientas que te permiten transformar cuentas de Instagram, Facebook, LinkedIn y otras plataformas en feeds RSS. ¿La ventaja? Puedes ver solo el contenido que te interesa sin abrir las apps ni caer en el scroll infinito. Usar lectores hace este proceso más simple y ordenado.
Además, muchas redes ya ofrecen formas de filtrar lo que ves. En X (antes Twitter), quédate con la pestaña Siguiendo y evita Para ti. BlueSky permite crear listas temáticas con cuentas afines, y Reddit te deja suscribirte solo a los temas que te importan. Lo importante es que cada vez que entres, lo hagas con un propósito claro: elige un momento del día, revisa solo lo necesario y sal de ahí. Y si quieres ir más allá, usa soluciones RSS compatibles con lectores como Inoreader para seguir redes sociales sin quedar atrapado.
4. Cambia tu buscador
Google dejó de ser el mejor lugar para encontrar información. Muchas veces, los primeros resultados están llenos de páginas irrelevantes, publicidad o respuestas generadas por IA que no ayudan mucho.
Una alternativa potente y sin algoritmo intrusivo es Kagi.com. Es un buscador de pago que realmente muestra lo que estás buscando, sin adornos ni distracciones. Puedes probarlo gratis (con 100 búsquedas) y luego decidir si te convence. También existen opciones gratuitas como DuckDuckGo o Brave Search, aunque no sean tan potentes como Kagi.
5. Ponle un límite a tu scroll
A veces solo queremos desconectar el cerebro y ver videos o memes. Y está bien. Pero ponle un tope. Necesitas establecer un claro para el tiempo que pasas haciendo scroll. Puedes probar con 15 minutos. Aunque quizás quieras poner el tope en 30 minutos o incluso una hora.
No uses el temporizador del celular. Usa un reloj de cocina, una alarma, lo que sea… pero que esté lejos de ti. Algo que te obligue a levantarte para apagarlo. Ese cambio físico puede ayudarte a romper el ciclo.
No es fácil, pero se puede
Escapar del algoritmo requiere intención, ajustes y algo de paciencia. Tal vez tengas que pagar por algunas herramientas o aprender a usar otras que parecen “vieja escuela”. Pero el resultado es una experiencia más sana, más libre y mucho más tuya.
La buena noticia: no tienes que desconectarte por completo. Solo recuperar el control. Tú decides qué ver, cuándo y por qué. Y eso, en este mundo tan saturado, es un acto de rebeldía.